Enseñar es sembrar esperanza

Prof. y Ag.Past. Edgard Orellana Galindo.

Dedicado a todos los que se dedican a la enseñanza, y en especial a maestros, catequistas y animadores de comunidad

1.Un poco de historia

El 22 de junio de cada año, El Salvador celebra el Día del Maestro, en memoria del general Francisco Menéndez Valdivieso, presidente de la República entre 1885 y 1890, reconocido por su impulso a la educación y a la dignificación del magisterio. Fue él quien estableció la libertad de enseñanza y la obligatoriedad de la educación primaria gratuita. Esta fecha, instituida en 1928, busca honrar la noble tarea de quienes se dedican a educar con entrega y pasión.

Sin embargo, más allá del aula, hoy queremos extender este homenaje a todos aquellos que, desde diferentes espacios —escuelas, comunidades eclesiales, centros deportivos o iniciativas sociales— se entregan a la formación de otros. Porque enseñar no es un oficio limitado a un salón de clases: es una vocación que transforma vidas y construye futuro.

2.Educar es encarnar a Cristo
Ser educadores significa saber vivir y encarnar la Persona de Cristo en cualquier circunstancia de la sociedad actual. Es ser constructores de caminos de esperanza frente al dolor, la injusticia, la envidia y el miedo. Educar, en este sentido, implica una entrega desinteresada, sin esperar nada a cambio, con la convicción de que nuestra contribución dará fruto en el tiempo oportuno. No podemos ser facilitadores de una sociedad adormecida; estamos llamados a despertar conciencias, a formar personas críticas ante las realidades que vivimos. Y, por encima del beneficio personal, debemos buscar siempre el bien común. Prof. y Ag.Past. Edgard Orellana Galindo.
El modelo por excelencia es Jesús, el Maestro que no solo enseñaba con palabras, sino con gestos, actitudes y silencios. Él mismo decía: “El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos” (Mc 10,45). Ser educador cristiano —y humano en el más pleno sentido— es abrazar este estilo de vida: el servicio que no impone, sino que acompaña; que no domina, sino que libera.

3.Vocación, testimonio y transformación

El Papa Francisco, en su motu proprio Antiquum Ministerium, recuerda que la vocación del catequista y del formador no es una función delegada ni una tarea aislada, sino una misión profunda, enraizada en la fe, que transforma tanto a quien enseña como a quien aprende. Es una forma concreta de participación en la misión evangelizadora de la Iglesia, pero también en la renovación social que tanto urge en nuestros pueblos.

La pedagogía de la esperanza —como diría Paulo Freire— no es ingenuidad, sino compromiso. Es creer que todo ser humano es capaz de aprender, de crecer y de cambiar. El educador, sea formal o comunitario, se convierte en sembrador de futuro, aun cuando no vea de inmediato los frutos de su siembra.

4.  Las cualidades del Maestro que debemos encarnar

Jesús no solo enseñaba con palabras, sino que formaba a través del encuentro, la escucha, la paciencia y la ternura. A lo largo de los evangelios lo vemos como un maestro que camina con sus discípulos, que se detiene ante cada historia humana, que no impone, sino que propone.

Un verdadero educador —como Jesús—:

Anuncia con claridad, pero también escucha con profundidad.

Corrige con verdad, pero siempre con amor y compasión.

Despierta preguntas, en lugar de imponer respuestas.

Confía en los procesos, aunque sean lentos o estén marcados por fragilidades.

Forma desde la vida, no solo desde los libros.
 
En otras palabras 

“El verdadero maestro es aquel que educa con el ejemplo y que se interesa realmente por el crecimiento del otro” Prof. y Ag.Past. Edgard Orellana Galindo.

Ser educadores al estilo de Jesús significa estar cerca de la gente, confiar en su potencial y ayudarlos a descubrir el rostro de Dios en su historia personal. Hoy más que nunca, necesitamos formadores que enseñen como Él: con humildad, profundidad y esperanza.


5. Gracias por enseñar con el alma

Hoy, con profunda gratitud, elevamos una oración y un reconocimiento sincero a todos aquellos que han dicho “sí” a la misión de enseñar: maestros que entregan su vida en las aulas, catequistas que siembran la fe en los corazones, animadores que acompañan procesos comunitarios, y tantos otros que enseñan desde el arte, el deporte, la creatividad o el testimonio silencioso del día a día.

Gracias por educar con el alma, por sostener procesos que muchas veces parecen invisibles, por acompañar con ternura, y por hacer del Evangelio una experiencia viva en cada espacio que tocan.
¡Feliz Día del Maestro! Que el Maestro por excelencia les siga guiando y fortaleciendo en esta vocación que transforma el mundo desde lo pequeño.


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